
Imagen: Koheler
El año empezó con la discusión abierta sobre la política de drogas y la posibilidad de una estrategia de legalización. Primero Nexos abrió con un artículo con más tonos de estrategia militar que de análisis político de Joaquín Villalobos; en uno de sus Doce mitos sobre la guerra contra el narco Villalobos expone la idea de que la legalización sería deseable como mal menor, pero afirma que:
un mito en la actualidad es pretender que esta estrategia (la legalización) pueda ser puesta en marcha con éxito por los países afectados por la violencia que genera la producción y el tráfico de drogas. La legalización de las drogas requiere un acuerdo simultáneo con los países consumidores. Sin la participación de Estados Unidos y Europa una estrategia de este tipo, aplicada en México o Colombia, por ejemplo, sería un suicidio para la seguridad de estos países. Esto es injusto, pero el problema no es de ética sino de realidad.”
En contraposición, Mario Vargas Llosa publicó en El País el 10 de enero un fuerte alegato a favor de la legalización con un argumento contundente:
El problema no es policial sino económico. Hay un mercado para las drogas que crece de manera imparable, tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados, y la industria del narcotráfico lo alimenta porque le rinde pingües ganancias. Las victorias que la lucha contra las drogas pueden mostrar son insignificantes comparadas con el número de consumidores en los cinco continentes. Y afecta a todas las clases sociales. Los efectos son tan dañinos en la salud como en las instituciones. Y a las democracias del Tercer Mundo, como un cáncer, las va minando.
Unos días después, el escritor volvió sobre el tema en una entrevista con Radio Programas del Perú, según da cuenta una nota de El Universal donde propuso “explorar a través de estudios, con organismos especializados, la posibilidad de reorientar la inmensa suma que se emplea en la represión, en la rehabilitación, y en la prevención mediante campañas pedagógicas”
Héctor Aguilar Camín terció en el no declarado debate con un artículo en Milenio donde se plantea que si bien existe
un creciente acuerdo intelectual y mediático, en ciertos círculos y en ciertos medios de resonancia global, (que) anuncia quizá el camino que la respuesta al problema tendrá en los años por venir”, sin embargo “el hecho trágico (…) es que la solución de legalizar no está realmente al alcance de la mano. No ha empezado a ser planteada por ningún gobierno, por ningún político en funciones, ni siquiera por algún político en campaña con posibilidades de triunfo, en ningún país del mundo”. De ahí concluye que “Mientras no haya legalización de las drogas no puede haber sino complicidad o guerra con el narco. La guerra es cara, y más cara entre mayor complicidad acumulada debe revertir.
Parece necesario, empero, abordar el tema desde una posición menos dicotómica.
En primer lugar, la guerra no es la única estrategia a la mano para combatir con contundencia a la delincuencia ni para romper con las cadenas de complicidades. Ni siquiera estoy seguro de que sea la más efectiva. ¿Por qué no se empezó por reformar a los ministerios públicos, las policías y los poderes judiciales para emprender un combate eficaz pero mucho más pulcro en términos democráticos y constitucionales, más constructor de Estado de derecho?
Sacar al ejército no era la única opción ni parece que haya sido muy exitosa si lo que se quería era reducir la violencia. Por otra parte, con independencia del combate frontal al crimen organizado, el Estado mexicano sí tiene a la mano la posibilidad de avanzar en una política de drogas distinta, que tenga mejores efectos sobre la salud pública que la prohibición estricta y que le podría reducir sus mercados a los delincuentes, aunque fuera de manera marginal, sin violar ningún acuerdo internacional: políticas de reducción de daño, como proveer de drogas altamente adictivas a quienes lo soliciten, por ejemplo, o estrategias de tolerancia para la marihuana y su cultivo para el autoconsumo o la marihuana para uso médico, como ya está ocurriendo en varios estados de los Estados Unidos.
Finalmente, sí que hay y ha habido políticos en funciones que han impulsado cambios en la política de drogas en el sentido de la legalización. Los dos últimos gobernadores de Nuevo México, por ejemplo, o todo el concejo municipal de El Paso hace apenas unos meses. El movimiento legalizador está avanzando en los Estados Unidos desde la política local y el presidente Obama no lo va a frenar. El cambio de política ya ha empezado, pero el gobierno de Calderón no se ha dado cuenta.
Jorge Javier Romero. Politólogo
Sin duda, Héctor tiene razón cuando se pregunta sobre el tiempo que llevaría una reforma integral de las policías y de la justicia. Por eso se pregunta qué se debía hacer mientras tanto. Eso depende de la evaluación que se haga del statu quo ante bellum y de los resultados que el enfrentamiento a campo abierto ha tenido. ¿Se ha reducido la violencia entre las bandas? ¿Se ha logrado reducir la disponibilidad de drogas? La primera pregunta se refiere a la guerra como política de seguridad pública y la segunda a su eficacia como política de drogas. No parece que la situación actual sea mucho mejor que antes de la guerra declarada en ninguno de los dos ámbitos. En cambio, el Estado mexicano tampoco se ha fortalecido como un Estado democrático de derecho, ni parece que se hayan roto las principales redes de complicidad. Por eso me sigue pareciendo que lo urgente y necesario es entrar a la reforma a fondo de las instituciones de seguridad y justicia. En lo que toca a los poderes locales el avance parece mínimo.
En cuanto a los políticos en activo que se están planteando ya el cambio integral de política hacia las drogas y hablan de legalización completa, en efecto el concejo municipal de El Paso votó una moción que fue vetada por el alcalde: http://www.kvia.com/global/story.asp?s=9634493
Por lo demás, otros agentes estatales relevantes en los Estados Unidos están clamando ya por la legalización de las drogas. Destaca la Law Enforcement Against Prohibition, ONG formada por policías jueces y fiscales que impulsan abiertamente la legalización como una opción más racional frente al fracaso y la violencia desatada por la prohibición: http://www.leap.cc/cms/index.php
Sin duda, Héctor tiene razón cuando se pregunta sobre el tiempo que llevaría una reforma integral de las policías y de la justicia. Por eso se pregunta qué se debía hacer mientras tanto. Eso depende de la evaluación que se haga del statu quo ante bellum y de los resultados que el enfrentamiento a campo abierto han tenido. ¿Se ha reducido la violencia entre las bandas? ¿Se ha logrado reducir la disponibilidad de drogas? La primera pregunta se refiere a la guerra como política de seguridad pública y la segunda a su eficacia como política de drogas. No parece que la situación actual sea mucho mejor que antes de la guerra declarada en ninguno de los dos ámbitos. En cambio, el Estado mexicano tampoco se ha fortalecido como un Estado democrático de derecho, ni parece que se hayan roto las principales redes de complicidad. Por eso me sigue pareciendo que lo urgente y necesario es entrar a la reforma a fondo de las instituciones de seguridad y justicia. En lo que toca a los poderes locales el avance parece mínimo.
En cuanto a los políticos en activo que se están planteando ya el cambio integral de política hacia las drogas y hablan de legalización copleta, en efecto el concejo municipal de El Paso votó una moción que fue vetada por el alcalde: http://www.kvia.com/global/story.asp?s=9634493
Por lo demás, otros agentes estatales relevantes en los Estados Unidos están clamando ya por la legalización de las drogas. Destaca la Law Enforcement Against Prohibition, ONG formada por policías jueces y fiscales que impulsan abiertamente la legalización como una opción más racional frente al fracaso y la violencia desatada por la prohibición: http://www.leap.cc/cms/index.php
Dice Jorge Javier Romero en su post de ayer: “La guerra no es la única estrategia a la mano para combatir con contundencia a la delincuencia ni para romper con las cadenas de complicidades. Ni siquiera estoy seguro de que sea la más efectiva”.
Pregunto: Es posible, desde luego. ¿ Pero en cuál otra estrategia está pensando hay que se pueda practicar ahora y que sea más efectiva?
Dice Romero: “¿Por qué no se empezó por reformar a los ministerios públicos, las policías y los poderes judiciales para emprender un combate eficaz pero mucho más pulcro en términos democráticos y constitucionales, más constructor de Estado de derecho?”
Respondo: Por ceguera, quizá. ¿Cuánto tiempo tardaría en hacerse la reforma de los ministerios públicos, etc. ¿ ¿Qué hacer mientras tanto?
Dice Romero: “Sacar al ejército no era la única opción ni parece que haya sido muy exitosa si lo que se quería era reducir la violencia”.
Respondo: De acuerdo. ¿En qué otra opción podemos pensar para reducir la violencia?
Dice Romero:
“Por otra parte, con independencia del combate frontal al crimen organizado, el Estado mexicano sí tiene a la mano la posibilidad de avanzar en una política de drogas distinta, que tenga mejores efectos sobre la salud pública que la prohibición estricta y que le podría reducir sus mercados a los delincuentes, aunque fuera de manera marginal, sin violar ningún acuerdo internacional: políticas de reducción de daño, como proveer de drogas altamente adictivas a quienes lo soliciten, por ejemplo, o estrategias de tolerancia para la marihuana y su cultivo para el autoconsumo o la marihuana para uso médico, como ya está ocurriendo en varios estados de los Estados Unidos”.
Respondo: Totalmente de acuerdo
Dice Romero:
“Finalmente, sí que hay y ha habido políticos en funciones que han impulsado cambios en la política de drogas en el sentido de la legalización. Los dos últimos gobernadores de Nuevo México, por ejemplo, o todo el concejo municipal de El Paso hace apenas unos meses. El movimiento legalizador está avanzando en los Estados Unidos desde la política local y el presidente Obama no lo va a frenar. El cambio de política ya ha empezado, pero el gobierno de Calderón no se ha dado cuenta”.
Respondo: Yo hablo de la legalización cabal de las drogas, todas incluídas. ¿Eso es lo que están haciendo en El Paso y Nuevo México?